martes, 24 de septiembre de 2013

Robert Musil. El hombre sin atributos

Alighiero Boetti

        Así, la importancia de lo que ella experimentaba en soledad no residía en el papel que le hubiese correspondido psicológicamente, como síntoma de una personalidad hipersensible o susceptible de ser destruida fácilmente, puesto que no estaba en la persona, sino en lo general o en la relación de la persona con lo general, una relación que Agathe, no sin razón, calificaba de moral; en este sentido, a la joven mujer, desengañada de sí misma, le parecía que si podía vivir siempre como en los minutos que constituían una excepción, y si, a la vez, no era tan débil como para aferrarse demasiado a ellos, podía amar al mundo e insertarse en él de buena gana; ¡no había otra forma de salir adelante! Entonces experimentó un deseo apasionado de volver atrás; pero los momentos de la mayor exaltación no vuelven a producirse recurriendo a la violencia; y con la claridad que tiene un día sin color tras ponerse el sol, la inutilidad de sus tempestuosos esfuerzos le hizo ver que lo único que podía esperar (y que en realidad esperaba con una impaciencia que se escondía pura y simplemente detrás de su soledad) era aquella perspectiva singular que su hermano había denominado  una vez, medio en serio, medio en broma, el Imperio Milenario.
Robert Musil.  El  hombre sin atributos

2 comentarios:

  1. A estas alturas de la vida, tras intentar hacer de la excepción eufórica mi cotidianidad, de querer vivir tocando los cielos pasando por alto también los infiernos en los que me precipitaba, empiezo a comprender que el verdadero arte de vivir reside en celebrar serenamente las miríadas de momentos del día a día.
    Gracias por la entrada que me ha llevado a escribir esta reflexión.

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  2. Celebrar serenamente la vida es un lujo. Insertarse en el mundo de buena gana, también. ¡¡Qué enigmático e interesante es este pasaje!! Tendré que seguir leyendo, ya te contaré, compañera de sueños. Besos.

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