jueves, 26 de septiembre de 2013

Cees Nooteboom. Perdido el paraíso

Steve Hanks

       No sé si hago bien, pero creo que me dedicaré a viajar eternamente, haré del mundo mi desierto. Me bastan cosas en las que pensar, para toda una vida. En cualquier lugar  hay larvas, hormigas de miel, bayas y raíces. Ahora sé cómo encontrarlas. Sé cómo sobrevivir.
Cees Nooteboom. Perdido el paraíso.

martes, 24 de septiembre de 2013

Robert Musil. El hombre sin atributos

Alighiero Boetti

        Así, la importancia de lo que ella experimentaba en soledad no residía en el papel que le hubiese correspondido psicológicamente, como síntoma de una personalidad hipersensible o susceptible de ser destruida fácilmente, puesto que no estaba en la persona, sino en lo general o en la relación de la persona con lo general, una relación que Agathe, no sin razón, calificaba de moral; en este sentido, a la joven mujer, desengañada de sí misma, le parecía que si podía vivir siempre como en los minutos que constituían una excepción, y si, a la vez, no era tan débil como para aferrarse demasiado a ellos, podía amar al mundo e insertarse en él de buena gana; ¡no había otra forma de salir adelante! Entonces experimentó un deseo apasionado de volver atrás; pero los momentos de la mayor exaltación no vuelven a producirse recurriendo a la violencia; y con la claridad que tiene un día sin color tras ponerse el sol, la inutilidad de sus tempestuosos esfuerzos le hizo ver que lo único que podía esperar (y que en realidad esperaba con una impaciencia que se escondía pura y simplemente detrás de su soledad) era aquella perspectiva singular que su hermano había denominado  una vez, medio en serio, medio en broma, el Imperio Milenario.
Robert Musil.  El  hombre sin atributos

domingo, 22 de septiembre de 2013

Ibn Al-Zaqqaq. Amanecer en la marina



Nace el sol. Las espadas de sus rayos
hieren, blancas, la hueste de las olas,
que en lorigas brillantes las aguardan.
Se cruzan desafíos de fulgores.

Ibn Al-Zaqqaq

jueves, 12 de septiembre de 2013

John Banville. Antigua Luz


     
       Hacer cine es algo extraño, más extraño de lo que esperaba, y sin embargo, de una manera curiosa, tampoco me resulta ajeno. Algunos me habían advertido de la naturaleza fragmentaria y necesariamente inconexa del proceso, pero lo que me sorprende es el efecto que esto produce en la sensación que tengo de mí mismo. Siento como si no sólo mi yo actor sino mi yo esencial se convirtiera en una serie de fragmentos deshilvanados, no sólo en los breves intervalos en los que estoy delante de la cámara, sino incluso cuando me salgo de mi papel —mi parte— y recupero mi identidad real, mi supuesta identidad real. Tampoco es que me considerara nunca un producto o un preservador de las unidades: he vivido lo bastante y reflexionado lo bastante como para comprender la incoherencia y naturaleza múltiple de lo que antes se consideraba el yo individual. Cualquier día de la semana salgo de mi casa y en la calle el mismísimo aire se convierte en un bosque de hojas afiladas que me rebanan de manera imperceptible hasta convertirme en las múltiples versiones de la singularidad que en el interior de mi casa he presentado como ser existente y, de hecho, por el que me han tomado. La experiencia delante de la cámara, sin embargo, esa sensación de ser no uno sino muchos —¡mi nombre es Legión!—, posee una dimensión añadida, pues los muchos no son unidades, sino más bien segmentos. Así pues, participar en una película es algo extraño, y al mismo tiempo no lo es en absoluto; se trata de una intensificación, una diversificación de lo conocido, una concentración en el yo ramificado; y todo eso es interesante, y confuso, y emocionante y perturbador. 


sábado, 7 de septiembre de 2013

Javier Marías. Corazón tan blanco.







"Cuántas cosas
 se van no diciendo a lo largo de una vida o historia o relato, a veces sin querer o sin proponérselo."