viernes, 1 de agosto de 2014

Vida y época de Michael K


 

     - No sé -dijo K-. No sé.
     - No ves el fondo -le dijo Robert-. Mira bien en sus corazones y lo verás.
     K se encogió de hombros.
     - Eres un bebé -le dijo Robert- Has estado dormido toda tu vida. Ya es hora de que despiertes. ¿Por qué crees que os dan a ti y a los niños su caridad? Porque piensan que sois inofensivos, no tenéis los ojos abiertos, no veis la verdad que os rodea.
    Dos días después  murió el niño que había llorado durante la noche. Puesto que era una norma estricta de las altas instancias que en ningún caso se estableciera un cementerio dentro o cerca  de ningún campamento de algún tipo, lo enterraron en la parte posterior del cementerio de la ciudad. La madre, una chica de dieciocho años, volvió del entierro  y no quiso comer. No lloró, simplemente permaneció sentada al lado de su tienda, la mirada perdida en dirección a Prince Albert. No escuchó a los amigos que vinieron a consolarla; cuando la acariciaron, les apartó las manos. Michael K se pasó horas mirándola, apoyado en la cerca donde no lo pudiera ver. ¿Es esta mi educación?, se preguntó. ¿Estoy por fin aprendiendo algo de la vida aquí, en un campamento? Le pareció que la vida se representaba ante él en escenas diferentes, y que todas estaban unidas entre sí. Tuvo el presentimiento de que todas convergían, o amenazaban converger en un significado único, aunque todavía no sabía cual podía ser.
 pág 96


    Ya no le parecía tan raro pensar que el campamento era un lugar donde se depositaba a la gente para olvidarla. Ya no le  parecía una casualidad que el campamento estuviera lejos de la mirada de la ciudad, en una carretera que no conducía a ninguna otra parte. Pero todavía no podía creer que los dos jóvenes de guardia se sentaran despreocupados en el porche de la caseta, bostezando, fumando, entrando de vez en cuando a descansar, mientras la gente moría delante de ellos. Las personas cuando mueren dejan un cuerpo atrás. Incluso las personas que mueren de hambre dejan un cuerpo.  Los cuerpos muertos  pueden ser tan ofensivos como los cuerpos vivos, si es que es cierto que un cuerpo vivo es ofensivo.
pág 101

Vida y época de Michael K
J.M. Coetzee
Traducción de  Concha Manella
Mondadori, Barcelona 2006

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