domingo, 31 de agosto de 2014

"Exformación"


     Y es esto, creo yo, lo que hace que el ingenio de Kafka sea inaccesible para unos niños a quienes nuestra cultura ha educado para que vean las bromas como entretenimiento y el entretenimiento como algo reconfortante. No es que los estudiantes no “pillen” el humor de Kafka, sino que les hemos enseñado a ver el humor como algo que se pilla, de la misma forma que les enseñamos que el “yo” es algo que se tiene sin más. No es de extrañar que no puedan apreciar el chiste que hay en el centro mismo de Kafka: que la horrible pugna por establecer un “yo” humano resulta en un “yo” cuya humanidad es inseparable de esa pugna horrible. Que nuestro viaje interminable e imposible hacia el hogar es de hecho nuestro hogar. Es difícil de explicar con palabras cuando uno está frente a una pizarra, créanme. Se les puede decir a los alumnos que tal vez sea bueno que no “pillen” a Kafka. Se les puede decir que imaginen que sus relatos tratan todos de una especie de puerta. Que nos imaginemos acercándonos y llamando a esa puerta, cada vez más fuerte, llamando y llamando, no solo deseando que nos dejen entrar sino también necesitándolo; no sabemos qué es pero lo sentimos, esa desesperación por entrar, por llamar y dar porrazos y patadas. Y que por fin esa puerta se abre… y se abre hacia fuera: que durante todo el tiempo ya estábamos dentro de lo que queríamos. Das ist komisch.

David Foster Wallace, "Algunos comentarios sobre lo gracioso que es Kafka,
de los cuales probablemente no he quitado bastante", Hablemos de langostas,
págs 85-86, Mondadori, Barcelona, 2007

domingo, 24 de agosto de 2014

Jaume Vallcorba y el amor por los libros


        Había descubierto que uno de los bolsillos laterales de uno de los capotes tenía una protuberancia, como si tuviera dentro algún objeto. Me acerqué más y me pareció reconocer por su forma cuadrada lo que contenía aquella protuberancia: ¡un libro! Mis piernas empezaron a flaquear. ¡Un LIBRO! Hacía cuatro meses que no tenía un libro en las manos y ahora, la sola idea de un libro con palabras alineadas, renglones, páginas y hojas, la sola idea de un libro en el que leer, perseguir y capturar pensamientos nuevos, frescos, diferentes de los míos, pensamientos para distraerse y para atesorarlos en mi cerebro, esa sola idea era capaz de embriagarme y también de serenarme. Mis ojos quedaron suspendidos en aquel bulto que formaba el libro en el bolsillo, como hipnotizados, con una mirada tan ardiente como si quisiera perforar el tejido. Finalmente no pude controlar mi avidez; involuntariamente me fui acercando. Sólo con pensar que podía tocar un libro con las manos, aunque fuera a través de la ropa del bolsillo, ya me ardían los dedos hasta la raíz de las uñas. Casi sin darme cuenta fui acercándome cada vez más. Por fortuna, el guardián no se dio cuenta de mi comportamiento, sin duda bastante extraño; quizá le parecía natural que una persona que había tenido que estar de pie durante dos horas quisiera apoyarse un poco en la pared. Ahora había llegado ya al lado mismo del capote y eché las manos a la espalda para poder palparlo sin llamar la atención. A través de la ropa conseguí percibir, en efecto, una cosa cuadrada, una cosa flexible y que crujía levemente: ¡un libro! Y una idea me atravesó el cerebro como un relámpago: "¡Róbalo! ¡Tal vez lo consigas y puedas esconderlo en la celda y después leer, leer, leer, por fin volver a leer!"

Stefan Zweig, Novela de ajedrez
Traducción de Manuel Lobo.
Barcelona 2001 Editorial Acantilado
págs 56-58




jueves, 21 de agosto de 2014

Piedra ardiente, piedra azul


Al puente del solo amor, 
piedra ardiente entre altas rocas  
(cita eterna, tarde roja) 
voy con mi corazón. 

(Mi novia sola es el agua,  
que pasa siempre y no engaña, 
que pasa siempre y no cambia, 
que pasa siempre y no acaba). 

Del puente del solo amor,  
piedra azul entre altas rocas 
(vuelta eterna, noche loca) 
vengo con mi corazón. 
Juan Ramón Jiménez, 
Arenal de eternidades en Leyenda (1896-1956),
 pág 607, Visor Libros


  Al punt dal sòul amòur,
 sas ardènt tra li àltis crètis,
  (lòuc etèrno, rosa sera)
 i ciamìni cu ’l còur.
 Me sola sposa a è l’àga,
 c’a va simpri e a no ingiàna,
 c’a va simpri e a no giambia,
 c’a va simpri e a no finìs)
 Dal punt dal sòul amòur,
 sas asur tra li altis cretis,
 (curva eterna, mata not)
 i rivi cu’l me còur.

Traducción de Pier Paolo Pasolini en friulano
( v. M. Isabella Mininni,  Il giovane Pasolini traduttore di Juan Ramón Jiménez)

jueves, 14 de agosto de 2014

Solo una hendidura

      
    Verónica era capaz de recordar que  a veces había soñado. Hasta hoy nunca había sabido nada de esos sueños, solo en ocasiones, cuando despertaba -como habituada a otros movimientos-, se chocaba contra la estrechez y en algún lugar detrás de una hendidura todavía estaba claro..., solo una hendidura, pero por detrás ella presentía todo un espacio. Y  ahora se le ocurría que debía haber soñado a menudo. Y vio a través de su vida despierta esas figuras de sus sueños, como cuando bajo el recuerdo de conversaciones y acciones, después de mucho tiempo, se hace visible el recuerdo de una combinación de sentimientos y pensamientos que habían quedado ocultos, como cuando recordamos una sola conversación y entonces de pronto sabemos, después de años, que mientras tanto habían estado sonando las campanas sin cesar...
Robert Musil
La tentación de la calma Veronika. Uniones
El hilo de Ariadna, Buenos Aires, 2013
Págs. 274-275. Trad. Mariana Dimópolus

viernes, 1 de agosto de 2014

Vida y época de Michael K


 

     - No sé -dijo K-. No sé.
     - No ves el fondo -le dijo Robert-. Mira bien en sus corazones y lo verás.
     K se encogió de hombros.
     - Eres un bebé -le dijo Robert- Has estado dormido toda tu vida. Ya es hora de que despiertes. ¿Por qué crees que os dan a ti y a los niños su caridad? Porque piensan que sois inofensivos, no tenéis los ojos abiertos, no veis la verdad que os rodea.
    Dos días después  murió el niño que había llorado durante la noche. Puesto que era una norma estricta de las altas instancias que en ningún caso se estableciera un cementerio dentro o cerca  de ningún campamento de algún tipo, lo enterraron en la parte posterior del cementerio de la ciudad. La madre, una chica de dieciocho años, volvió del entierro  y no quiso comer. No lloró, simplemente permaneció sentada al lado de su tienda, la mirada perdida en dirección a Prince Albert. No escuchó a los amigos que vinieron a consolarla; cuando la acariciaron, les apartó las manos. Michael K se pasó horas mirándola, apoyado en la cerca donde no lo pudiera ver. ¿Es esta mi educación?, se preguntó. ¿Estoy por fin aprendiendo algo de la vida aquí, en un campamento? Le pareció que la vida se representaba ante él en escenas diferentes, y que todas estaban unidas entre sí. Tuvo el presentimiento de que todas convergían, o amenazaban converger en un significado único, aunque todavía no sabía cual podía ser.
 pág 96


    Ya no le parecía tan raro pensar que el campamento era un lugar donde se depositaba a la gente para olvidarla. Ya no le  parecía una casualidad que el campamento estuviera lejos de la mirada de la ciudad, en una carretera que no conducía a ninguna otra parte. Pero todavía no podía creer que los dos jóvenes de guardia se sentaran despreocupados en el porche de la caseta, bostezando, fumando, entrando de vez en cuando a descansar, mientras la gente moría delante de ellos. Las personas cuando mueren dejan un cuerpo atrás. Incluso las personas que mueren de hambre dejan un cuerpo.  Los cuerpos muertos  pueden ser tan ofensivos como los cuerpos vivos, si es que es cierto que un cuerpo vivo es ofensivo.
pág 101

Vida y época de Michael K
J.M. Coetzee
Traducción de  Concha Manella
Mondadori, Barcelona 2006