domingo, 26 de octubre de 2014

Les mouches d'automne. Irène Némirovsky




 -Ya-dijo Lulú con amargura, abarcando con un gesto el triste y oscuro saloncito y el vodka barato en el fondo de la copa, que agitaba de forma automática entre los dedos-. Es evidente que el escenario ha cambiado...
   -No es eso lo único que ha cambiado -gruñó la anciana, y miró a Lulú con tristeza-. Hija, perdóname... no tiene por qué  darte vergüenza decírmelo, si te he visto nacer... Dime, al menos, ¿no habrás cometido pecado? ¿Aún eres doncella?
    -¡Pues claro, tonta! -respondió Lulú, y se acordó de la noche del bombardeo en Odesa, que había pasado en casa del barón Rosenkranz, antiguo gobernador de la ciudad.
     El barón se hallaba en la cárcel y su hijo vivía solo en el domicilio familiar. Los cañonazos habían empezado tan de repente que no le había dado tiempo a volver a casa y se había quedado toda la noche en el palacio desierto con Serguéi Rosenkranz. ¿Qué habría sido de él? Seguramente habría muerto. El tifus, el hambre, una bala perdida, la cárcel... había donde elegir. Qué noche... Los muelles ardían. Desde la cama, mientras se acariciaban, veían las manchas de petróleo deslizándose en llamas por el puerto. Recordaba la casa de enfrente, con la fachada en ruinas y las cortinas de tul ondeando en el vacío. Esa noche, la muerte había estado muy cerca.

Nieve en otoño, Irène Némirovsky
Traducción del francés: José Antonio Soriano Marco 
Págs 60-62. Ediciones Salamandra, 2010.

domingo, 12 de octubre de 2014

La pluma




Había escrito varias hojas de papel cuando advirtió que desde hacía un rato la pluma escribía con tinta roja. Siguió adelante y un poco después aquella tinta le pareció sangre. Y era sangre en efecto. Pero continuó porque tenía ideas felices y las palabras fluían con naturalidad. Así siguió hasta redondear lo escrito al tiempo de acabársele la sangre a la pluma y caer muerta entre sus dedos.

Antonio Fernández Molina
La otra mirada. Antología del microrrelato hispánico.
Edición de David Lagmanovich. Ed. MenosCuarto 2005

viernes, 3 de octubre de 2014

Botchan o makoto kokoro


        Desde niño, he tenido una impulsividad innata que me viene de familia y que no ha hecho más que crearme problemas. Una vez, en la escuela primaria, salté desde la ventana de un primer piso y no pude andar durante una semana. Alguien se preguntará por qué hice semejante tontería. Pero la verdad es que no hubo ninguna razón especial. Simplemente estaba un día asomado a una de las ventanas del nuevo edificio de la escuela, cuando uno de mis compañeros de clase comenzó a meterse conmigo diciéndome que, por mucho que me hiciera el gallito, en realidad no era más que un cobarde y que no sería capaz de saltar. El bedel tuvo que llevarme esa misma noche a cuestas a mi casa. Cuando mi padre me vio, se enfadó muchísimo y me dijo que no podía comprender cómo alguien se podía quedar sin caminar simplemente por haber saltado desde la ventana de un primer piso. Le respondí que la siguiente vez que saltara no me volvería a ocurrir.
     Otro día estaba yo jugando con el reflejo que el sol producía en la hoja de una bonita navaja importada que uno de mis parientes me había regalado, cuando uno de mis amigos exclamó:
       - Brillar, brillará mucho. Pero seguro que no corta nada.
       - ¿Que no? -le respondí yo-. Mi navaja puede cortar cualquier cosa.
       - ¿A que no puede cortar uno de tus dedos? – me desafió.
     - ¿Que no? -le repetí yo-. Mira. -Y entonces empujé la hoja en diagonal sobre mi pulgar derecho. Afortunadamente, la navaja era pequeña y mi hueso estaba sano y fuerte, por lo que todavía conservo el pulgar, aunque tendré una cicatriz mientras viva.
En la parte más oriental de nuestro jardín, a unos veinte pasos se extendía una pendiente poco pronunciada en la que había un pequeño huerto  con un castaño justo en el centro. Las castañas me volvían loco.
págs 27-28


Llegué ayer. Este es un lugar sin interés. Estoy alojado en una habitación de quince tatamis. Ayer di una propina de cinco yenes a los de la posada. La dueña me ha hecho hoy una reverencia tan grande que tocó el suelo con la frente. Anoche no pude dormir. Soñé que estabas comiéndote esos dulces que me dijiste, con las hojas de bambú y todo. Iré a verte el próximo verano. Hoy fui a la escuela y puse motes a todos los profesores. El director es el Mapache. El director de estudios es el Camisarroja. El profesor de inglés es el Calabaza, el de matemáticas el Puercoespín, y el de arte el Bufón. Bueno, ahora estoy muy ocupado.
Adiós.
                                                                                                                                      pág. 58

Natsume Sosheki, Botchan
Traduc. José Pazó Espinosa
Impedimenta, Madrid, 2008