martes, 17 de febrero de 2015

La novela múltiple

Salon Agam  obra de Yaacov Agam en el Museo  Nacional de Arte Moderno de París
Fotografía tomada en agosto de 2013


       El  haiku, dijo Barthes,  había sido utilizado en el pasado para conmemorar el clima, la fugacidad de las estaciones: aquello que era "irrepetible y sin embargo inteligible"; esto es, la prosa diaria del mundo. Procede mediante matices y su material consiste en lo azarosamente concreto, "palabras cuyo referente son cosas concretas, objetos" o, para utilizar la palabra latina que se inventó Barthes: "tangibilia". Y esto, supongo, es otra forma de escribir sobre la novela: inventar una nueva terminología. Barthes era un experto en la invención de nuevos términos. En 1968, el año de la revolución, inventó su propia revolución: el término "efecto de realidad". Era revolucionario porque exponía la verdadera unción del detalle en el arte de la prosa. Se supone, argumentó Barthes, que los detalles "denotan directamente lo  real",  pero en realidad, aventuró, no hacen más que significar "la categoría de lo "real"..." Su argumento, en la década de 1960, se convirtió en el blanco de las burlas de los itelectuales. Más de diez años después, Barthes modificó silenciosamente y en gran medida su definición de ese efecto. "Por efecto de realidad entiendo", le contó a su clase, "la desaparición del lenguaje y su reemplazo por cierta realidad: el lenguaje vuelve sobre sí mismo, se va y desaparece, dejando a la vista lo que dice". De repente, no conducía a la declaración de un código, si no a la verdad.
      Y para explicar cómo funcionan estos detalles concretos en la prosa, recurrió a una comparación con la fotografía, anticipando con ello su último libro, La cámara lúcida, que escribiría dos meses después. En el aula expuso por primera vez su idea de la diferencia entre una fotografía y una frase: la fotografía ofrece la certeza de que algo "ha sucedido", mientras que el haiku, al ser una forma lingüística, ofrece  "la impresión (no la certeza: urdoxa, noeme de la fotografía) de que aquello que enuncia ha tenido lugar". Sin embargo, en ambos casos -la fotografía o el haiku-, es el detalle lo que convence al lector de que algo ha tenido lugar.

Adam Thirlwell, La novela múltiple, 
Anagrama, Barcelona, 2014
páginas 33-34

viernes, 6 de febrero de 2015

VIVAC


Un tomillo raquítico
perfuma el aire. Todo
nos rodea según la regla muda
de la noche,
la que ha tramado la visibilidad
con los hilos de luz posible -lentas
hebras que caen, átomos sin fiebre-
de la luna en menguante.

Dormiremos al lado del esparto,
sobre una sequedad
que es consunción, designio ardido.
La noche
se ha posado sobre una cicatriz.

Apagadas las voces,
el enfoque yacente de los ojos
coloca el mundo en coordenadas simples:
tierra de aliento, abajo; arriba, estrellas
en las constelaciones.

Antes de que al soñar la niegue,
hago esta afirmación sin pronunciarla:
"Estar echado sobre el mundo, quieto
bajo la bóveda del mundo, es
como firmar un acta concentrada
de presencia y sentido"
Mientras la enuncio viene
una brisa reptante hasta mi rostro,
y siento que se unen
materia y teoría
con la crudeza de algo inobjetable.

Dos piedras vuelcan sus dos sombras sucias
muy cerca de mi cara.
Allá en el firmamento
se perfilan los símbolos -los símbolos,
tan eficaces cuando son lejanos.

No oigo mi corazón. Pienso en mi vida
pero se desdibujan las imágenes
justo al borde del sueño.
La noche, pétrea y estrellada,
bombea
su sangre caudalosa.

Antonio Cabrera
Piedras al agua, Tusquets editores, Barcelona, 2010