miércoles, 22 de abril de 2015

James Salter y sus interrogantes


       
   Al principio fue muy amargo estar solo, haber sido abandonado. La funda de la almohada estaba sucia, tenía que barrer. Estaba furioso, pero al mismo tiempo sabía que Vivian tenía razón. Habían vivido una vida de apariencias y en realidad ella no tenía nada que hacer, ni siquiera se ocupaba de la casa. Las toallas casi siempre mojadas, la cama mal hecha, los antepechos de la ventana llenos de polvo. Se habían peleado a menudo por ellos. ¿Por qué no limpiaba un poco?, le preguntaba él cuando intentaba hablar con ella. 

       
       Ella no se dignaba contestar.
       -Vivian, ¿por qué no te dedicas a limpiar un poco la casa?
       - Ésa no es mi ambición.
       Que usara esa palabra, al margen de lo que hubiera querido decir, lo sacó de quicio.
       - ¿Ambición? ¿Qué quieres decir con ambición?
       - No es mi objetivo en la vida.
       - Ya veo. ¿y cuál es tu objetivo en la vida?
       - No voy a decírtelo
       - ¿Y cuál es el mío?
       - No lo sé- contestó desdeñosa.

James Salter, Todo lo que hay,
Traducción de Eduardo Jordá,
Ed. Salamandra, Barcelona 2014
Página 156






domingo, 12 de abril de 2015

El dolor en Zuckerman





       Todo el mundo pretende hacer interesante el dolor: primero, las religiones, luego los poetas, luego, no nos olvidemos de ellos, incluso los médicos, interviniendo con su obsesión psicosomática. Todo el mundo quiere darle significado. ¿Qué significa este dolor? ¿Qué está usted ocultando? ¿Qué está exhibiendo? ¿Qué está traicionando? Es imposible limitarse a sufrir el dolor, también hay que sufrir su significado. Pero el caso es que no es interesante, ni tiene significado: es lisa y llanamente dolor, estúpido dolor, lo contrario de interesante, y nada, nada hay en él de valor, a no ser que el sujeto esté loco desde el principio.

Philip Roth, Zuckerman encadenado, 
en La lección de anatomía, página 435
Traducción de Ramón Buenaventura
Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores