jueves, 1 de diciembre de 2016

La voz que te cuenta una historia: Lunar Park



      Me fijé en que mi hijo había dejado  un dibujo al marcharse: un paisaje de la luna. Tan detallado que tuve que demorarme en él, maravillándome por la paciencia que debía haber tenido mi hijo para dibujar aquel paisaje lunar  en particular ¿De dónde procedía esa determinación ardiente, incesante?
    También vi la única palabra que había escrito en el dibujo, y la rocé con un dedo.
    No sabía qué le había traído hasta allí. No sabía qué se lo había llevado.
......

    Jayne quería criar niños disciplinados, con talento, triunfadores, pero todo le daba miedo: la amenaza de los pedófilos, las bacterias, los todoterrenos (teníamos uno), las armas, la pornografía y la música rap, el azúcar refinado, los rayos ultravioletas, los terroristas, nosotros.
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     Había tantos enemigos anónimos -de dentro y fuera del país- que nadie estaba seguro de contra quién luchábamos ni por qué. Las ciudades se habían convertido en lugares de profunda tristeza donde de pronto túmulos de acero, cristal y piedra interrumpían la vida cotidiana y sobre los que se cernía un dolor de escala imaginable intensificado por las fotocopias manchadas y destrozadas colgando por doquier con los rostros de los desaparecidos, que no solo recordaban  constantemente lo que se había perdido sino que advertían de lo que se avecinaba.
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"Quiero enseñarte algo", susurraron las cenizas. Te quedaste mirando cómo las ceniza subían y danzaban entre una multitud de imágenes del pasado, cayendo en picado para remontar después el vuelo, y las cenizas se elevaron por encima de una pareja joven que miraba al cielo y luego la mujer miró al hombre y el hombre le ofreció una flor y sus corazones latieron abriéndose poco a poco y las cenizas cayeron sobre su primer beso y luego sobrevolaron a una pareja joven paseando a un bebé en un cochecito por el Mercado de los Granjeros y al final las cenizas viraron  por un jardín y se arrastraron hacia el estuco rosa de la primera -y única- casa que habían comprado como familia, en una calle llamada Valley Vista, y luego las cenizas recorrieron arremolinadas un pasillo detrás de cuyas puertas había niños y volaron entre los globos y apagaron suavemente las velas que ardían  delicadamente sobre el pastel comprado que había en la mesa de la cocina el día de tu cumpleaños, y giraron alrededor del árbol de Navidad que se erguía en el centro del salón y oscurecieron las luces de colores que lo decoraban, y las cenizas siguieron la bici sobre la que pedaleabas por la acera cuando tenías cinco años...


Bret Easton Ellis, Lunar Park, Barcelona 2006
Traducción de Cruz Rodríguez Juiz